Desde siempre, la Congregación de la Misión ha tenido claro que su actividad apostólica fundamental y fundacional ha sido, es y será “la evangelización de los pobres y la formación del clero”.
Concretamente, las Constituciones, en el número 1, dicen: “El fin de la Congregación de la Misión es seguir a Cristo evangelizador de los pobres. Este fin se logra cuando sus miembros y comunidades, fieles a San Vicente: procuran con todas sus fuerzas revestirse del espíritu del mismo Cristo (RC I, 3), para adquirir la perfección correspondiente a su vocación (RC XII, 13); se dedican a evangelizar a los pobres, sobre todo a los más abandonados; ayudan en su formación a clérigos y laicos y los llevan a una participación más plena en la evangelización de los pobres”.
A partir de este fin, las Constituciones, en el número 2, establecen como una especie de hoja de ruta para la actividad apostólica: “Supuesto este fin, la Congregación de la Misión, atendiendo siempre al Evangelio, a los signos de los tiempos y a las peticiones más urgentes de la Iglesia, procurará abrir nuevos caminos y aplicar medios adaptados a las circunstancias de tiempo y lugar, se esforzará además por enjuiciar y ordenar las obras y ministerios, permaneciendo así en estado de renovación continua”.
Y subrayan, en el número 12, las características que tiene que tener esta actividad apostólica de la Congregación de la Misión. Son seis puntos nucleares que constituyen el foco iluminador del apostolado de los misioneros paúles. En estas seis características se encuentra sintetizada toda la tarea evangelizadora de la Congregación de la Misión: